ABOUT

Si esperabas encontrar una descripción sobre mí contando que soy fotógrafo y filmmaker desde hace cuatro años, creo que ambos nos hemos equivocado. Autodefinirme no ha sido nunca uno de mis fuertes y aunque está muy de moda el saber venderse prefiero que se haga hablando desde las experiencias y la realidad.   

Siempre guardaré aquel mail que me mandó un antiguo cliente, y actualmente, buen amigo, describiendo desde la experiencia su percepción sobre mí.

“Bastaron dos cafés, buscando el frescor veraniego de una terraza de Madrid Río, para que fluyera el idealismo y la pulsión narrativa del artista, por encima del filmmaker. Porque, realmente, eso fue lo que me pareció.

A pesar de la etiqueta con la que se había presentado por WhatsApp, y, de nuevo, al ponernos cara, McCarthy (el pseudónimo que, emulando un compadreo adolescente, le sustraje por el morro esa misma mañana) se mi figuró, más bien, un coleccionista de historias, de rostros y escenas mundanas. Y como tal lo conceptué, hasta que, medio año después, por fin pude trabajar con él y captar, realmente, durante dos días intensos grabando –literal– de sol a sol, la esencia del Axel que fluye al empuñar la cámara y acoplar el ojo detrás del visor.

Por un momento, cuando nos dirigíamos en coche a la primera ubicación, pensé que, quizá, lo estaba emborrachando de palabras –algo hartamente probable–, impávido como le vi, cavilando sus propios pensamientos, con la mirada fija en la carretera. Horas más tarde comprendí que, aunque mi verborrea matinal se le pudo indigestar también con el madrugón, en verdad las palabras no son su mejor cauce de expresión, sino el silencio. El mutismo instantáneo que desarrolla, por la introspección en que se sume a sí mismo, cuando, al ajustar la luz y el diafragma, comienza a captar lo que ve.

Entonces, fluye de verdad: desliza por la escena su porte menudo, sin hacerse notar, envuelto en una capa de invisibilidad, cotejando ángulos y perspectivas con la certeza de un autómata, como si un realizador le apuntase por un pinganillo cuándo y dónde ha de enfocar. Después, vuelve a aparecer como de la nada. Aunque la sorpresa mayúscula sobreviene días después; cuando, repasando el proyecto final, comprendes, por fin, que lo que están viendo tus ojos es, meramente, la reproducción de la historia que McCarthy quería contar. Lo que bosquejaba ya en su imaginación, mucho antes, incluso, de conocer los emplazamientos donde sucederían las escenas que, ese día, a través de sus objetivos se tendría que embolsar.” 


Gracias, Nacho Villarín
ShakeDown Media & MARCA Motor
        
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